Fotografiar un espacio es para mí un acto de observación y reflexión necesario para tomar una decisión correcta en cada encuadre. Me acerco a cada proyecto con la mirada de quien pinta un paisaje, como si la cámara fija fuera un lienzo en blanco sobre un caballete. Es pintando con la luz y las sombras de un espacio con lo que se resaltan texturas o se crea profundidad.
Encuentro la armonía y el equilibrio componiendo con el color, las líneas rectas, las curvas y los puntos de fuga en la búsqueda de la esencia del lugar. Consigo, de esta forma, crear una atmósfera en la que establecer una narrativa, desvelando la historia que encierra cada espacio en mis imágenes. Este proceso es necesario para cerrar el círculo: poner toda esta consciencia invisible antes de pulsar el disparador para retratar tan solo un instante.